Recuerdo con cariño los momentos en que descubrí mi amor por la música, inspirada por la herencia y enseñanzas de mi madre, mi abuelo y mis profesores. Mi madre cantaba y tocaba la armónica, mientras que mi abuelo era un virtuoso de la trompeta y la batería.
Mi primer instrumento fue mi propia voz, con la que canté en el coro durante más de diez años. A lo largo de mi vida, aprendí a tocar una variedad de instrumentos: flauta dulce (soprano y tenor), flauta irlandesa (tin whistle), flauta de bambú, guitarra, ukelele, instrumentos Orff, kalimba, saxofón, teclado y piano.
Con el tiempo, comprendí que nunca es tarde para comenzar. Las experiencias positivas que viví me llevaron a formarme en Pedagogía Musical y Musicoterapia, con el propósito de ofrecer a mis alumnos y clientes un medio creativo y compartir el enorme potencial de la música como herramienta pedagógica y terapéutica.
Mis alumnos experimentan un aprendizaje enriquecedor al combinar competencias escolares con música, arte, juego y relajación. Estos elementos potencian la expresividad, la percepción corporal y la concentración, a veces incluso sin necesidad de palabras. La música, además, es una gran aliada para superar dificultades de aprendizaje y recuperar el equilibrio emocional.
Para mis alumnos neurodivergentes, la música actúa como un puente comunicativo, conectándolos con su entorno a través del sonido y el color. No obstante, cualquier estudiante puede beneficiarse del impacto positivo de esta experiencia.
Niños y niñas de todas las edades, sin necesidad de conocimientos previos, pueden explorar y disfrutar de diversos instrumentos: Orff, piano, guitarra, percusión, kalimba, tambor océano y flauta. Ya sea de manera activa o pasiva, la música contribuye al desarrollo de la autoconfianza, la comunicación, la conciencia personal y del entorno, además de mejorar la concentración, la atención y la memoria.
En el ámbito artístico terapéutico, trabajamos con una variedad de colores, técnicas y materiales como papel, cartulina, barro, plastilina, tela y lana, entre otros, para crear materiales didácticos, juguetes, instrumentos y marionetas. La papiroflexia, además, es una herramienta clave para mejorar la motricidad fina y comprender la geometría en tres dimensiones.
Las técnicas textiles como el crochet, el tejido y la costura, que requieren el uso coordinado de ambas manos, estimulan el cerebro y favorecen nuevas formas de expresión. Estudios neurodidácticos destacan el impacto positivo de actividades que fomentan la ambidestreza, como el deporte, la música o el diseño textil, en la interconexión cerebral y el desarrollo humano.
En las sesiones, incorporamos cuentos de relajación y Mindfulness para que los participantes vivan el presente de forma consciente y plena. Además, el juego se convierte en una poderosa herramienta para fortalecer las funciones ejecutivas y desarrollar habilidades sociales, personales y académicas.
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Claudia Gassmann
Docente Coach, Educadora y Formadora